miércoles, 8 de julio de 2009

El otro cuento

Hola a todo el mundo!!!!

no voy a ponerme a contar cuentos en el blog... hace dos días se me dio por ahí (ya sabéis... una cosa, te recuerda otra, que lleva a otra...) y se me ocurrieron dos (en realidad 3, pero seré bueno), el que conté de aquella y el de hoy, que no es exactamente un cuento, más bien una historia real que contó Antoine Saint Exupery en su libro Tierra de Hombres.

En fin, lo pongo (versión libre) y nada de más cuentos.

Como es muy sabido, Antoine Saint Exupery tenía dos grandes pasiones: disfrutar de la vida en las pequeñas cosas y volar. Esto le llevo con su avión a muchas partes del mundo y su gran habilidad de piloto fue muy útil para abrir nuevas rutas aereas en diferentes lugares.

La historia está ambientada en Argentina, cerca de la cordillera de los Andes, dónde un grupo de pilotos intenta explorar la imponente cadena montañosa para abrir una ruta segura entre Argentina y Chile.
La altura de las montañas, el frío y las fuertes corrientes de aire dificultaban la tarea de manera incomprensible para los gobiernos de éstos países.

Todos los días salían de la base un par de vuelos, con toda la carga de programación, mapas y previsiones metereológicas, con toda la intención de conseguir atravesarla y ver el Pacífico al otro lado.

Un día le tocó a un compañero, salió según lo previsto y en la dirección prevista... el tiempo... endiablado.
Pasaron horas, muchas horas. Los retrasos eran habituales, no se podía calcular cuanto podían tardar en volver. Pero esta vez, como en tantas otras, el tiempo se excedió demasiado, el combustible no duraría tanto.
Una sensación de hermanamiento unía a estos hombres, este día le había tocado a ésta compañero, pero podría haber sido otro.

Se organizaron las partidas de búsqueda. Durante días se buscaban restos o una pequeña mancha moviéndose en el manto blanco de nieve. Nunca apareció nada.

Lo duro es volver a la base y dirigirse a la esposa del desaparecido... mirarla y negar on la cabeza.
Si ellos se consideraban honorables y recios, el respeto que tenían a las esposas era superior... esperar, aguantar, entender y aguantar el llanto.

Pasaron unos días y se empezaron a organizar nuevas rutas y a reducir la búsqueda. El nombre del compañero estaba en el cuadro de honor de los aviadores, en la memoria de todos, para ellos, lo mejor era encontrar esa endiablada ruta, que esa muerte sirviera para algo.

Un día, al atardecer, en la cantina, como todos los días, se juntan para reforzar ese hermanamiento y brindar juntos, la puerta se abrió y apareció una persona... o lo que parecía una persona... el compañero desaparecido.
Rápidamente lo asistieron y avisaron a su esposa... estaba vivo.

Os podréis imaginar es estado de una persona caminado por la nieve durante semanas... el cansancio, las quemaduras del frío y el sol, la deshidratación, la desnutrición... y sin embargo sobrevivió.

Lo sorprendente, más todavía, no era solo que viviera, es lo que tenía que contar.

Al despegue ya se comprendía que iba a ser un día complicado, el tiempo era malo. Su atención se centro en tirar para delante y sostener el avión en el aire, pero al pasar entre dos picos una brutal corriente de aire le desvió hacia un lado y dándole la vuelta lo arojó contra un valle... no sabe como sobrevivió y, la verdad, en aquel momento, no era lo que más le importaba.
Dedujo pronto, que la corriente le había desviado mucha distancia de la zona de origen y que sus compañeros no tomaría como primera opción de búsqueda aquel inhóspito lugar en medio de la nada.
Tendría que andar por la nieve.

Cogió sus cosas (mapas, brújula, cantimplora, comida, abrigo,...) y echó a andar.
Al principio el cuerpo resistía bien, pero el frío desorienta, despista... hubo un momento en que en cada descanso que hacía se dejaba algo olvidado: un guante, comida, la cantimplora.... tenía que ser metódico, cuidadoso, la fatiga iba haciendo mella.

El frío le congelaba las mejillas y la nariz, los pies se le hincharon y no le entraban en el calzado. Tuvo que rajar las botas para poder utilizarlas.

y andar, andar, andar... días y días solo, sin estar seguro de seguir la ruta correcta y con cada montaña igual que la anterior.

Nadie entendía como soportó aquello, como no enloqueció o simplemente dejó que el frío ganara la batalla entrando en el cuerpo.

Y aquí la respuesta que hizo que el autor de El Principito creyera que esta historia debía ser contada al mundo:

-Cuando me dejaba atrás un guante, cuando caía de rodillas en la nieve, cuando me desesperaba por estar allí. Me acordaba de que mis compañeros me estaban buscando día tras día y que me imaginábais andando; que mi mujer estaría en la pista en cada aterrizaje esperando respuestas y que me imaginaba andando. Y que no podía quedarme allí quieto mientras todos esperábais que yo estaba en movimiento.

un saludo

Sean MacGregor

2 comentarios:

  1. Creo que lo de los cuentos (racionado si se quiere) es estupendo. Curiosamente, era el espíritu inicial de las fábulas: ejemplificar y con fin didáctico...

    Así que la moraleja de este último relato es clara, bonita, y optimista: seguir adelante. Por uno mismo, por los tuyos, pero seguir...

    Nos da el sol en la cabeza y pasa lo que pasa :D

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  2. Me gusta lo de los cuentos. La verdad es que este es muy positivo; es cierto que saber que otros confían en ti te ayuda a continuar.

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