viernes, 13 de marzo de 2009

Revolución!!

Hola a todo el mundo,

advierto, creo hoy me lío.

En efecto el resultado de la anterior parte por el todo (nº 4) es el amigo Marat, que si bien es un personaje histórico dotado (no se si de nacimiento o por los cronistas) de cierto carisma, el pobre estaba afectado por lo que denomino el síndrome de la reina de corazones. Es decir tenía esos arranques de salir por ahí gritando la popular frase de "que le corten la cabeza" y claro, tanto muerto descabezado llama mucho la atención y le aplicaron aquello de "muerto el perro, se acabó la rabia", que dicho sea de paso, en este caso con poco éxito, mucha gente perdió la cabeza en aquel periodo.

Respecto a las revoluciones tengo mi teoría personal. Nuestros amigos de la RAE definen este concepto como cambio violento de las instituciones políticas, económicas y sociales de una nación.
Pues bien, para mi esa definición se ajusta a las revoluciones en proceso; la palabra revolución como hecho pasado y terminado la definiría como: hecho histórico pasado liado, enredado y extraño que describe un período de tiempo en el que nadie sabe exactamente lo que pasó.
Hay que reconocer que de las revoluciones más conocidas poco conocemos, o mejor dicho, poco recordamos de lo que hemos leído o estudiado. ¿quién es capaz de explicar lo que pasó en la revolución francesa? ¿por qué al evaluarla pasamos de mitificarla a denostarla? (me da que la historia no se puede evaluar desde esa gratificante simplicidad de buenos y malos, un lío, vamos)... porque, salvo profesionales o eruditos, no somos capaces de hacernos un esquema mental de lo ocurrido.

Doy un paso más, desde aquí lanzo un reto (sigo con nombres de pruebas de saber y ganar) quien sea capaz de hacer una explicación de lo que pasó en el trienio revolucionario español del siglo XIX, de doy de verdad el brounie y un abrazo por explicármelo. Y reduzco el reto al trienio dichoso que si digo historia española del último cuarto del siglo XIX, la hemos liado.

En fin, esto empezó por el amigo Jean Paul Marat (véase cuadro del personaje, tuvo momentos mejores).

¿Qué sabemos de Marat? Pues buscando, buscando he reducido (cortado a saco) la explicación a 3 subtemas de la Revolución Francesa:
  1. Jean Paul Marat
  2. Jacobinos y Girondinos
  3. Los Sans Culottes
De estos tres temas se puede leer algo en una web llamada laguia2000


JEAN PAUL MARAT
Nació el 24 de mayo de 1743, en Boudry, Neuchâtel, en un hogar modesto, que profesaba la religión protestante, constituido por Jean Paul Marat, que había sido sacerdote, aficionado al dibujo, natural de Cerdeña, y por la ginebrina, Louise Cabriol, siendo el mayor de cinco hermanos. En 1759 falleció su madre. Estudió medicina en Burdeos, y luego se dedicó en París, y luego en Holanda, y Londres, a la especialidad médica de la visión.

Apasionado de la filosofía, en 1773 escribió su propia obra, titulada “Ensayo filosófico sobre el hombre” en idioma inglés, que luego fue traducida al francés, y que recibió la crítica de Voltaire. Trataba de la importancia del conocimiento científico en la filosofía.

Un año más tarde publicó “Las cadenas de la esclavitud”, donde peticionaba la no aceptación como parlamentarios de los amigos del rey de Inglaterra.

Sin embargo, no abandonó sus estudios médicos, hasta los inicios de la Revolución Francesa, publicando obras de esas temática, como “El ensayo sobre la gonorrea” (1775) con el cual se doctoró, y la “Investigación sobre la naturaleza, causa y cura de una enfermedad ocular singular”.

Se permitió discutir las teorías de Isaac Newton, sobre el calor y el fuego, que posteriores estudios confirmaron, y logró el reconocimiento de grandes personalidades del mundo de la ciencia, como Benjamín Franklin o Goethe.

Luego de desempeñarse en la corte francesa, habiendo sido médico del Conde de Artois, en 1786, presentó su renuncia, incrementando su admiración hacia los principios de la ilustración, y los ideales que desembocarían en la Revolución Francesa, dedicándose a atender a pobres e indigentes.

En 1788 publicó un panfleto, llamado “Ofrenda a la Patria” sobre la defensa del tercer estado, marginado en cuanto a los privilegios de los que gozaban los restantes estados.

Una vez convocados los estados generales prosiguió su lucha, a través de varias publicaciones, creando en septiembre de 1789 “El Monitor Patriótico” periódico que cuatro días después tomó el nombre de “Divulgador parisino”, para finalmente llamarse “El amigo del pueblo”. Los enemigos del pueblo estaban representados para Marat, por quienes ocupaban el poder, incluyendo los órganos revolucionarios. Tanto ataque desembocó en que fuera condenado a prisión entre el 8 de octubre y el 5 de noviembre del año 1789.

Se opuso al marqués de La Fayette, comandante de las fuerzas de la revolución pero defensor de una monarquía limitada, lo que le ocasionó una orden de arresto, que pudo eludir huyendo a Londres. Allí escribió “Denuncia contra Jacques Necker”, ministro del rey Luis XVI. En mayo de 1790 regresó a París luego de un exilio de cuatro meses, donde sus continuos escritos agresivos, le obligaron a permanecer oculto en la catacumbas de París, antiguo cementerio, donde contrajo una enfermedad dérmica progresiva.
En 1791, otra vez exiliado en Londres, luego de peticionar la abolición de la Monarquía, escribió “Escuela del ciudadano”. Retornó a París en el año 1792 para incorporarse al Club de los Cordeliers, junto a Danton y Desmoulins, fundado dos años antes, que representaba la defensa de las clases más humildes de la sociedad francesa.

El 10 de agosto de 1792, participó en el asalto al Palacio de las Tullerías, donde residía la familia real, luego de su intento de huida, y el rey buscó refugio en la Asamblea.

Los revolucionarios, entre los cuales se hallaba Marat, establecieron una Comuna en París, exigiendo el procesamiento de los monárquicos detenidos. Ante el caso omiso a sus pretensiones, estuvo de acuerdo con las Masacres de septiembre, ocurridas entre los días 2 y 7, en las cuales tras juicios sumarísimos, fueron asesinados primero 23 sacerdotes, para luego llegar a tres centenas, y extenderse a numerosas cárceles, siendo la pretensión de Marat que la acción de los tribunales populares se diseminaran por todo el país, llegando a contarse alrededor de 1.400 condenados a muerte, con sentencia cumplida.

Para complementar la tarea represiva contra los opositores de la revolución se creó el Comité de vigilancia, donde se crearon listas de personas sospechadas, a cargo de Marat, y con pedido de captura, a los que les esperaba el peor de los destinos.

En septiembre de 1792, integró la Convención Nacional, la que el día 22 instauró la república en Francia, creando Marat un nuevo periódico adaptado a las circunstancias, al que llamó “Diario de la República Francesa”. En la Convención, junto a Danton, se unió al sector de los montañeses, donde Robespierre, adquiría cada vez mayor prestigio.

Apoyó la ejecución del rey Luis XVI, que se produjo el 21 de enero de 1793 . Desde entonces, y por varios meses, las peleas entre Marat y los girondinos aumentaron su tenor, y Marat fue sometido a Juicio por el tribunal revolucionario, acusado de incitación a la violencia popular, siendo absuelto, lo que lo tornó más fuerte.

El 6 de abril de 1793, inició su actividad el Comité de Salvación Pública para oponerse al accionar belicoso de las potencias extranjeras, que trataban de destruir el nuevo orden político francés, y restaurar el antiguo régimen monárquico.

El 31 de mayo de 1793, el período de gobierno girondino llegó a su fin, y los revolucionarios radicales entre ellos Marat, disfrutaban su triunfo. Los girondinos se habían refugiado en Caen, en la Baja Normandía, desde donde llegó una mujer el día 13 de julio de 1793, soliciatando ver a Marat, supuestamente trayendo información sobre los girondinos exiliados. La joven era una aristócrata girondina, de nombre Charlotte Corday, que mató a Marat con un cuchillo, mientras se bañaba, sumergido en una tina donde pasaba casi todas sus horas, al haberse agudizado su enfermedad en la piel. Fueron sus últimas palabras: “¡A mí, mi querida amiga!”
Esta dama pagó por su crimen, siendo ejecutada en la guillotina, el 17 de julio de 1793.

Marat, murió como un mártir para el pueblo francés y sus cenizas se depositaron en el salón de los espectáculos de la Convención Nacional. El 21 de septiembre de 1794 sus restos se trasladaron al Panteón.

“La muerte de Marat” es un cuadro pintado por Jacques-Louis David, artista de la Revolución Francesa, que declaró que decidió inmortalizarlo, porque oyó la voz del pueblo que se lo pedía.
La historia lo considera un personaje controvertido, algunos como demagogo, ya que se ganó el favor de las masas populares; luchador sin concesiones, cruel, y apartidario. Entre sus máximos detractores podría citarse a Julio Michelet, historiador francés, que lo trató de “batracio salido de un pantano”, en su obra titulada “Historiografía de la Revolución Francesa” publicada en 1847. Sin embargo otros autores lo tildaron de el brazo fuerte de la Revolución, y movilizador del sector popular más sometido.
“Noventa y tres” es la obra de Víctor Hugo, aparecida en el año 1874, donde se reivindicó la imagen de Marat, calificándolo como el espíritu mismo la revolución, y existente en cada hombre que sufre y pelea por su sustento.

Fue sin duda, el producto de una época dura, de odios, resentimientos, sospechas y crueldades, y poco tuvieron que ver sus acciones agresivas y sanguinarias para con sus enemigos, con su propio pensamiento en circunstancias ajenas a la revolución, ya que en materia penal, fue seguidor de Beccaria, y trató de luchar por la legalidad, la atenuación de las penas, la presunción de inocencia, y aunque parezca paradójico, se oponía a la pena de muerte, que aplicó sin vacilar durante la Revolución Francesa, donde fue la expresión de “la ira del pueblo”, nombre con que se lo conoció.

JACOBINOS Y GIRONDINOS
En la Asamblea Nacional existían dos sectores, ambos pertenecientes a la burguesía y coincidentes en la lucha contra el rey, la nobleza e imponer los principios liberales, pero distanciados con respecto a sus intereses y los medios para lograr sus objetivos.

Los empresarios y grandes comerciantes que integraban la gran burguesía, llamados girondinos, por provenir de una zona situada al sur de Francia, denominada Gironda, eran moderados, contaban con el apoyo de las provincias y consideraban prudente hallar un acuerdo con la monarquía y la nobleza, limitando el poder real, pero sin permitir el derecho a voto a las clases pobres, que no pagaban impuestos. La razón era el temor de este sector burgués, que había alcanzado gran prestigio, de perder sus privilegios por obra de los movimientos populares.

El otro sector, era el de los jacobinos, nombre proveniente de sus reuniones en el convento de la orden de los jacobinos, extremistas, duros y muy bien organizados, respaldados por el Consejo y el pueblo de París. Estaba principalmente integrado por profesionales y modestos propietarios que querían abolir definitivamente la monarquía y proclamar una República democrática, con derecho a voto para todas las clases sociales.

El primer sector se colocaba para deliberar, a la derecha en la Asamblea, el segundo, a la izquierda, y de allí proviene la posterior división entre partidos de derecha y de izquierda, según sean conservadores en su accionar político o propongan medidas tendientes a cambios profundos y violentos.

Los girondinos se consagraron triunfantes en octubre de 1791, cuando la Asamblea, por poseer mayoría entre sus miembros, sancionó la primera constitución, que imponía una monarquía parlamentaria, donde los miembros del Parlamento serían elegidos por las clases adineradas. El Rey continuaba en el poder con límites en sus atribuciones.

Sin embargo, esta situación varió sustancialmente entre 1792 y 1794, cuando los jacobinos, con ayuda de los Sans Culottes, trabajadores urbanos, tomaron el poder e impusieron el terror.

Liderados por Maximilien Robespierre y Danton, crearon tribunales populares que juzgaban y condenaban a muerte a todos los opositores de la revolución: el Rey, María Antonieta, sacerdotes y miembros de la nobleza fueron guillotinados, aunque luego, los propios líderes revolucionarios corrieron la misma suerte al ser acusados y condenados por aspirar a una dictadura personal.


LOS SANS-CULOTTES

Con esta denominación se identificaban las clases medias y bajas, pero no indigentes, de la sociedad francesa, miembros del tercer estado o estado llano. El estado estaba integrado por sectores populares, no privilegiados, pero con distinta capacidad económica. Los había ricos (burgueses: comerciantes y banqueros) de clase media (artesanos, pequeños comerciantes, profesionales independientes) y los pobres (obreros y mendigos). Todo el tercer estado oprimido se uniría en un principio reclamando la abolición del absolutismo monárquico y los privilegios feudales, pero pronto, dentro mismo del tercer estado los humildes sans-culottes, usados al principio como cuerpo armado de la revolución, serían luego descartados por los ricos burgueses, que consideraban que sus riquezas les otorgaban derechos políticos, que no pensaban resignar.

Como vemos la revolución tuvo un fin noble, pero encubría mezquinos intereses de clase. Fue pueblo contra gobierno tiránico, y luego dentro del mismo pueblo, lucha entre ricos y pobres. La sociedad de iguales prometida, todavía era un sueño a alcanzar.

Los sectores más importantes usaban como prenda de vestir unos pantalones ajustados (calzas) cortos, denominados culottes, y los de clase media y baja usaban pantalones largos, rayados y de tela de paño. Muchos de ellos cubrían sus despeinadas cabezas con un gorro frigio, simbolizando la anhelada libertad y hablaban tuteando a sus interlocutores, y no tratándolos de señor, indicando la necesidad de igualdad social. Con el nombre de sans-culottes (sin calzones) significaban que ellos pertenecían a clases poco influyentes, que debían soportar las penurias de verse injustamente relegados como ciudadanos de segunda categoría, mientras los nobles ociosos, gozaban de innumerables privilegios.

Con el coraje de las víctimas humilladas, sembrado en sus corazones el odio hacia los opresores, fueron los sans-culottes, los más decididos y violentos a la hora de encarar el cambio político-social.

El fracaso de las cosechas en 1788, causó hambre y miseria entre sus miembros, y eso hizo que los ánimos estallaran.

Fueron sus cuerpos los que se expusieron en la histórica y simbólica Toma de la Bastilla logrando que la Asamblea reunida en Versalles declara el término de los privilegios de la nobleza y la extinción de las servidumbres. Fue este grupo el que tomó el Palacio de las Tullerías para apresar a Luis XVI, que terminaría condenado a la guillotina, con el decidido apoyo de estos hombres bravíos, que no se caracterizaban precisamente por su moderación.

Se aliaron al jacobino Robespierre, durante el reinado del terror, iniciado en junio de 1793, incitando a la prisión de los girondinos, conformando el ejército liberal que con bravura hizo frente a las monarquías absolutistas, que se lanzaron al ataque contra Francia, para impedir que las ideas revolucionarias, se infiltraran en sus estados, y los reyes perdieran su divino poder.

El Régimen del Terror terminó, entre el 27 y el 28 de julio de 1794. Robespierre y los jacobinos, que eran los líderes del pueblo parisino, bregando por la igualdad de clases y el reparto igualitario de tierras, fueron víctimas de su propio aparato represivo, ya que perecieron guillotinados, pero los sans-culottes no se resignaron, e intentaron derribar infructuosamente a los nuevos dirigentes moderados de la Convención, la llamada “burguesía termidoriana”, constituida por los ricos patrones de fábricas y banqueros. Los sans-culottes querían restablecer la Constitución de Robespierre de 1793..

El nuevo gobierno: “El Directorio” a cargo de la burguesía moderada, era impopular, y el poder había quedado a cargo del ejército, quien al mando del general Napoleón Bonaparte reprimió con la artillería, en un hecho conocido como “la descarga de la metralla” a la multitud enfervorizada, que en mayo de 1795 intentaba atacar el Directorio, siendo muchos líderes ejecutados, demostrando así a los sans-culottes que su poder, al menos momentáneamente, había terminado. Habría que esperar las luchas obreras para poder alcanzar ciertos derechos sociales, que no les interesaban conceder a la nueva y oligárquica dirigencia política. El poder absoluto del rey había terminado. Ahora se imponía el poder del dinero.


un saludo

Sean MacGregor

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